martes, 15 de enero de 2013

Un corazón sobre la piel.



Era de noche y la noche se convertía en día en un juego de espirales que giraban mientras que en la mesita de luz se mezclaba en una jeringa una solución incolora y una pócima mágica que prometía la vida.
La luz tenue detrás de las cortinas rosas temblaba ante la respiración casi retenida, todo se movía vacilante en una habitación donde las promesas habían perdido mucho terreno.
Las horas se hicieron amigas de los libros, de la tele muda y de las revistas baratas.
Esperaba qué? Ya sabes o te imaginas: un milagro.


Era lo que ya no era, por todo lo que había sido: un buen hombre, una historia rica en anécdotas, miles y miles de personas que caminaban en procesión para regalarle una seña de sombrero, una flor o un suspiro.
La enfermedad tiene esta ingrata respuesta.
Yo no sé rezar dijiste, y pensé que ella desde pequeña había aprendido el milenario legado de la forma más sublime que puede existir: por medio de la ciencia sanaba-amaba a sus semejantes. La doctora oraba sin ella saberlo con su mente, con sus manos pequeñas y con su gran corazón. Todo lo había heredado de ese padre también médico, escritor pero sobre todo: un ser especial.
De las letras ya no me queda nada.
Me quedó solo el corazón sobre la piel.


4 comentarios:

  1. Letras no quedarán , pero te ha dejado mucho allí dentro. Un beso Rox :)

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  2. Vuelvo a tus letras y a tus palabras del interior. Disculpa mi ausencia. Te dejo un abrazo, con el corazón.

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