Vives aún en ese arrabal, tal vez en el beso encendido
a una rubia en un zaguán.
El fuelle de un bandoneón acompaña tu triste y dulce mirada.
El aroma a café y cigarrillo se funden en la penumbra del bar.
Vives aún en la calle de adoquines, eran los años 30 o 40, ya no recuerdo.
El aire mueve con parsimonia la cortina traslúcida de la pieza descascarada,
alguien silba "alma en pena" mientras se afeita, el día promete lo que nunca llegará.
Tu traje de humilde provinciano te espera para salir a atrapar sueños
en el Buenos Aires que embriaga pero que no sabe perdonar la pobreza.
Días de mate amargo y facturas que sobraban en la confitería, único trabajo,
único sustento para un joven que soñaba con progresar.
El tango te atrapó en sus compases, fuiste su hijo, él tu compañía.
Hoy lo escucho y que emoción recordarte, mi padre, mi ser, mi vida.